Cada tarde, de 4 y 30 a 5 y 30, unos 150 niños y adolescentes entre 12 y 18 años se reúnen para recibir ayuda con las tareas y acompañamiento escolar personalizado. En un país donde la educación, controlada totalmente por el Estado, está hoy muy debilitada — maestros con salarios bajísimos, ausencias constantes, falta de motivación y de orientación, estudiantes que quedan solos sin verdadero deseo de aprender — el repaso se ha convertido en un recurso esencial para las familias. Ofrece a los muchachos un apoyo educativo, humano y también espiritual que ya no encuentran en la escuela. Abierto a todos, sin distinción social ni religiosa, el repaso quiere ser un espacio de acogida, respeto y crecimiento. Refleja la misión de la Iglesia: ayudar a cada niño y joven a desarrollar sus talentos, recuperar la confianza y descubrir la esperanza que viene de Cristo.