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Placetas: una luz de esperanza gracias a la energía solar

Desde hace varios meses, Cuba atraviesa una grave crisis energética. La escasez de electricidad producida por el Estado ha transformado una dificultad pasajera en una realidad duradera.

Esta penuria pesa fuertemente sobre la vida cotidiana de los habitantes: los balones de gas alcanzan hoy cerca de 60 dólares, mientras que el salario medio no supera los 12 dólares (unos 6 000 pesos).

Sin una energía estable, la vida se organiza al ritmo de los cortes eléctricos. Los electrodomésticos, la iluminación y la carga de los teléfonos dependen del regreso de la corriente. En cuanto vuelve la electricidad, muchos dejan su trabajo para cocinar, lo que afecta tanto la vida profesional como la familiar.

Ante esta situación, algunos cubanos que tienen la suerte de recibir ayuda financiera del extranjero invierten en baterías o, los más afortunados, en paneles solares.

De la batería a la autonomía solar

En enero pasado, nuestra parroquia pudo adquirir su primera batería Ecoflow. Luego, en mayo, gracias a una colecta realizada en Estados Unidos, equipamos nuestros espacios de vida con modelos más potentes.
Pero aún quedaba un desafío: producir nuestra propia energía.

Nuestras necesidades son considerables — alrededor de 30 kW en Placetas y 20 kW en Cienfuegos — mucho más de lo que dos paneles solares pueden proporcionar. Sin haberlo previsto ni presupuestado, decidimos lanzar un proyecto de instalación solar.

Los comienzos fueron difíciles: tres intentos con empresas locales fracasaron por falta de seriedad y de medios.
Pero, por una hermosa providencia, algunos encuentros en La Habana abrieron un nuevo camino.

Una luz en la noche

En junio, se presentó una oportunidad concreta: instalar en Placetas 54 paneles solares y 3 baterías, suficientes para garantizar una autonomía casi completa, salvo durante largos períodos nublados.

El 1 de septiembre de 2025, la casa parroquial recuperó una fuente de energía estable. Al caer la noche, el campanario volvió a brillar en la oscuridad de la ciudad — un signo de esperanza y de vida renacida.

Una misión que continúa

Ahora, nuestro deseo es abrir aún más nuestros espacios parroquiales para acoger a los feligreses: que puedan recargar sus baterías, trabajar o estudiar en un lugar luminoso, tranquilo y fraternal.